Durante el año pasado, en medio de incertidumbre y crisis de toda índole, le exigimos a las marcas, dirigentes y a la sociedad misma cambios radicales. Y aunque no podemos decir a ciencia cierta que la transformación es un hecho, su llamado a nuestra puerta nos coge, como diríamos coloquialmente, con los calzones abajo.
Pedimos ser dueños de la información, ahora no sabemos diferenciar entre las fuentes confiables y las fake news; exigimos marcas que funcionen 24/ 7 para suplir nuestra impaciencia pero ansiamos desconectarnos del trabajo por nuestra salud mental. Pedimos la resignificación de lo masculino y femenino y hora no sabemos en qué lenguaje queremos ser tratados.
El cambio, ahora más que nunca, nos genera un gran temor. Es por eso que el rol de las marcas a lo largo de este año será guiar a las personas para que no se sientan víctimas de su propio invento.
A lo largo de los años como consumidores hemos exigido marcas que día y noche, y con tiempos cada vez más cortos, suplan cualquiera que sea nuestra necesidad. Pero ¿qué pasa cuando esa misma presión de estar always on ya no solo es cuestión de las marcas sino que permea todos los ámbitos de la vida? No es de extrañar que la salud mental haya sido uno de los temas más relevantes durante el 2019 con implementaciones de modelos de trabajo más flexibles como 4 Days Week.